TLP. Desmontando mitos. Patrón de relaciones interpersonales inestables.
Un patrón de relaciones inestables forma parte igualmente de las características comportamentales que define el manual en cuanto al Trastorno Límite de la Personalidad.
No se puede negar que sea un hecho constatado, pero sí entrar a analizar los motivos de este patrón comportamental.
Remalco habitualmente el componente traumático del trastorno. Lo hago porque da coherencia a tales comportamientos. En un cerebro estresado hay una desregulación emocional. Esto no es algo elegido, sino el resultado natural de una serie de desequilibrios que se producen a nivel químico y morfológico que he comentado ya en otras entradas de este blog.
También se produce un estado de hiperalerta, igualmente vinculado a el trauma relacional infantil.
Todo ello crea las circunstancias idóneas para que el "cóctel tóxico" esté servido.
Es así como, ante un acto o un gesto en una expresión, es captado inmediatamente y traducido como una señal de alerta ante un posible peligro.
De este modo, a la hora de relacionarnos, si atisbamos estas señales de alerta o peligro, estos mecanismos cerebrales y de defensa, van a operar. Lo harán activados por esa señal; un microgesto, una contestación en un tono determinado, nos retrotraeran a ese trauma relacional y los cambios cerebrales provocarán que la emoción que despierta invada nuestro cuerpo como una ola en un mar en plena tormenta. Sin tener otras herramientas para solventar ese episodio, la reacción será virulenta, incontrolable, produciendo un choque frontal con la persona o personas que en ese momento nos están provocando está activación.
A modo de ejemplo pondré una interacción con alguien que atiende al público. Una persona con TLP entra en un autobús Saluda con educación al conductor, pero este no contesta. Mira su cara, lee su expresión de mal humor, de hastío, de enojo. Algo ajeno al pasajero. El conductor devuelve el cambio tirándolo sobre la bandeja con tal desagrado que las monedas se caen. Tal vez tú, las hubieras recogido en silencio y te habrías sentado malhumorado, pero a alguien con TLP le puede invadir una emoción de necesidad de autodefensa ante un evidente agravio. El resultado puede ser interpelarle diciendole que si tiene un mal día o está frustrado, el resto de pasajeros no tiene por que pagarlo, que es un maleducado y si no sabe trabajar de cara al público se dedique a otra cosa. El sermón será en estado alterado y en un tono bien alto. Si el conductor insiste en su comportamiento hostil es probable que la escena empeore y el bus no salga de las cocheras. El cerebro traumatizado habría hecho uso de sus mecanismos; enfrentar una situación que entiende de ataque y defenderse de forma desmedida llevado por la falta de regulación emocional derivada de una química que no está equilibrada, pero esto no quita que hubiera razones lógicas y que el conductor no haya tenido un comportamiento adecuado.
Este tipo de reacciones que se pueden trasladar a cualquier otro contexto, por supuesto que crea relaciones inestables, meténdose en batallas que pertenecen a otros. A veces, el coste es perder por el camino personas, pero no es en absoluto una constante ni define a alguien con TLP como ser humano. Se mantienen amistades, parejas, familia con las que la relación es buena y duradera.
Dicen que "cuando gritas pierdes la razón", un eslogan de una sociedad que se rige por el falsete, las apariencias, el querer quedar bien a toda costa, andar con medias tintas, disimulos, indirectas o puñaladas por la espalda bien maquinadas.
Las personas con TLP somos supervivientes natos, estamos acostumbrad@s a las batallas y vamos de frente.
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