Morfología del trauma
Se ha hablado mucho igualmente, de la plasticidad del cerebro en términos positivos, de como esta plasticidad nos puede ser útil para recuperar funciones que se han visto disminuidas por diversos factores. Pero esa plasticidad, también juega un papel importante en cuanto a las repercusiones negativas que puede tener la adaptación cerebral a un factor estresante, en mayor medida cuanto mas mantenido es en el tiempo.
Nuestro cerebro cambia físicamente con el estrés, algo que se ha podido observar por medio de la neuroimagen, de manera mas relevante en tres órganos o áreas: La corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo. A grandes rasgos se produce una contracción generalizada de los órganos cerebrales, una disminución del tamaño, una atrofia, que se traduce a su vez una hipo o hiper activación de las funciones relacionadas.
De este modo, la toma de decisiones, la cognición social o el razonamiento que involucran a la corteza prefrontal, se verán afectados, así como la memoria, la generación y regulación de estados emocionales que son controlados principalmente por el hipocampo. De igual manera, la amígdala, encargada de nuestra supervivencia, se verá afectada provocando una alteración en nuestras respuestas emocionales relacionadas con el miedo, la ira y el placer.
La complejidad del cerebro en su conexión y retroalimentación entre unos óranos y otros produce finalmente que el mismo en su totalizad se vea afectado a nivel morfológico o funcional.
A pesar de esto, teniendo siempre presente esta capacidad de plasticidad, podemos estar seguros de que estos cambios no son irreversibles, al menos, no todos. Podemos recuperarnos de las consecuencias psicológicas que un factor estresante ha producido en nuestra psique y por ende en nuestra vida.
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