TLP. Desmontando mitos. Autoimagen inestable
Despiertas por la mañana, vas al baño, te miras en el espejo y piensas que te gusta lo que ves, que son la cara y el cuerpo más hermosos sobre la faz de la tierra, que eres una persona fantástica, llena de virtudes. Lo mismo ocurrirá mañana o dentro de dos años.
Sería estupendo que nos viéramos y sintiéramos así todos y cada uno de los días de nuestra vida, pero la realidad es que los seres humanos no funcionamos de esta manera plana. A menos que seas un maestro budista, o tengas una patología narcisista, te verás como el resto de mortales, unos días nos sentimos mejor con nosotros mismos y otros nos ponemos el letrero de " mejor no te acerques que hoy me he despertado con el pie izquierdo".
Las personas con el trastorno límite de la personalidad, como la mayoría de los seres humanos, tienen días en los que la percepción de sí mismos varía. La diferencia radica en que esta percepción es más inestable y más intensa. Como todo, dependerá del momento vital y de la persona, el grado de inestabilidad e intensidad. Y como todo tiene una razón de ser.
Desde la perspectiva del TLP provocado por trauma relacional, no es extraño que tu autoimagen fluctue de forma más intensa y frecuente, pues dentro del maltrato psicológico infantil se intercalan constantemente la valoración con la devaluación; hoy eres estupend@, mañana lo peor, hoy te escucho, mañana te ignoro, hoy vales muchísimo, al rato no sirves para nada, por la mañana te quiero, por la tarde te odio. Estos mensajes contradictorios ( directos o indirectos) que recibe el niñ@ en su infancia, con un cerebro en formación en el que poco a poco se va forjando su personalidad, calan tan hondo y de manera tan dañina, que lleva al pequeñ@ a un absoluto desconcierto en cuanto a quien es. Estos mensajes opuestos en la aseveración por parte de sus referentes, de quien es como persona, se asientan, se instauran, se interiorizan y se hacen propios. De este modo, llegada la adolescencia y juventud, comienza a aflorar esa "autovaloración" dicotómica. El/la joven no sabe quién es. El grado de alteración en esta autopercepción será directamente proporcional al maltrato recibido y a la virulencia en la que se presente estará definida por los daños que se han producido en un cerebro estresado al máximo desde la infancia.
Afortunadamente contamos con la plasticidad cerebral, lo que significa que con esfuerzo y trabajo psicoterapéutico, podemos descubrir por nosotros mismos quienes somos, creando poco a poco nuevos canales neuronales que reafirmen, estabilicen y consoliden nuestra verdad .
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